En más de una década como consultor organizacional, me ha tocado interactuar y trabajar diariamente con empresas de distintos rubros y tamaños, tanto en Chile como el extranjero. En la mayoría de ellas, el foco estratégico está puesto en maximizar la oferta y variedad de los productos y servicios que ofrecen, desplegando así una serie de mecanismos que permitan su crecimiento, expansión y rentabilidad. Si bien, esta es la razón de ser y subsistir de una compañía, la tendencia ha sido a dejar de lado, o minimizar, un factor determinante para cada una de ellas: las personas.
Desde la aparición del COVID-19 en Chile en el período 2020, las compañías han experimentado lo que propongo en este artículo como transformaciones forzosas, en la cual se han visto obligadas a replantear, adecuar y generar nuevos caminos para subsistir, coexistiendo y considerando la variable humana como un foco de interés, la cual comenzó a verse más fragilizada, vulnerable y fuertemente amenazada. Asimismo, los colaboradores de estas compañías, comenzaron a experimentar cambios internos profundos, los que llevaron a cuestionarse el “valor” del trabajo versus su propia sobrevivencia y el cuidado de los suyos. En este escenario, muchas personas perdieron familiares, amigos, colegas; o bien experimentaron la enfermedad y/o síntomas de este virus, con el profundo cuestionamiento respecto de su futuro, sus metas, sus ambiciones y objetivos de vida. Todos estos cambios, gatillaron una serie de decisiones para empresas y personas, que obligaron a proponer nuevas reglas del juego.
Es aquí donde aparece lo interesante de esta reflexión, ya que las PYMES (Pequeñas y Medianas Empresas), que comprenden un universo de personas y carga financiera muy variado, son quienes más han debido ajustar las condiciones humanas y laborales en este último tiempo, acarreando una responsabilidad tremenda en cuanto a su sostenibilidad y crecimiento en el tiempo, sin dejar de lado el cuidado y bienestar de las personas que integran dichas compañías. Las complicaciones económicas colaterales que trajo asociadas esta crisis sanitaria, asimismo como el fenómeno de la inflación, la quiebra de emprendimientos, las nuevas condiciones laborales y un escenario altamente cambiante e impredecible, han puesto en un desafío permanente tanto el análisis de números (rentabilidad) como los liderazgos dentro de las compañías de este segmento.
Es por ello, que lo que conocemos como Gestión de Personas, que va desde los procesos de reclutamiento, selección, inducción, hasta las etapas de formación, retención, bienestar y evaluación de desempeño, también han debido establecer una mayor claridad y adaptabilidad es base a estas variables. Ya no es tan comparable a lo que se hacía antes, ni tampoco garantizan el éxito respecto de lo ejecutado en otros tiempos. Las empresas han cambiado, las personas han cambiado y los tiempos han cambiado. Los nuevos desafíos, implican una gestión organizacional más humana, más participativa, más flexible y horizontal que antes. Asimismo, las nuevas generaciones nos retan a innovar y ser parte activa de los cambios, con el fin de ser exitosos en el crecimiento de una compañía en donde seamos más inclusivos, comunicativos y relacionales.
En conclusión, el éxito de una PYME hoy en día, debe estar medido no sólo por los indicadores (o KPI`s) económicos de rentabilidad, crecimiento y cumplimiento de objetivos, sino también en la manera que conviven sus colaboradores al interior de la misma, con un foco centrado en la flexibilidad, adaptación y relación entre todo el sistema organizacional.